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sábado, 10 de noviembre de 2012

FOTOGRAFIA Y CUERPO LESBIANO

FUENTE:http://lamansaguman.cl

Por Ximena Riffo

Vinculada desde sus orígenes a modelos de construcción identitaria, la fotografía contribuyó a establecer formas “normalizadoras” en torno a la representación de los cuerpos.  Es por ello que a  partir  de algunas primeras fotografías, realizadas siempre por varones,  la imagen de las lesbianas se estigmatizó. Muchos fotógrafos se hicieron cargo de reforzar la idea patriarcal y  falogocéntrica de un sujeto lesbiano abyecto, perverso, desviado y antinatural, en donde las lesbianas aparecían, como resueltas, desinhibidas, olvidadas a sus pasiones y condenadas a las perversiones.

Los cuerpos de las lesbianas significan el peligro más radicalizado para la masculinidad, porque son independientes del placer que promete únicamente la relación heterosexual; mantienen su independencia de la figura del matrimonio y viven su sexualidad fuera del control del patriarcado. Sin embargo, “el sujeto lésbico es construido por los discursos sociales” (Raquel Platero, 2008) y de acuerdo a las construcciones culturales y políticas normativas los cuerpos sexuados de las lesbianas son convertidos en una monstruosidad.
Este imaginario fotográfico se reprodujo hasta el momento en que las propias lesbianas se hicieron cargo de crear imágenes que vinieron a deconstruir las representaciones anteriores. La primera de ellas fue Alice Austen, a fines de 1800 en Estados Unidos; Claude Cahun, en 1940, en Francia y en la actualidad, entre otras, Hanna Jarzabet en Polonia  y Zelena Muholi en Sudáfrica.
Cuando las propias lesbianas se hicieron cargo de crear imágenes que deconstruían esas representaciones anteriores, a su vez mostraron  fotografías  más reales y comunes desde donde también se cuestionan los roles de género, instalaron su propia imagen como afirmación de vida, placer y activismo. Lo relevante de esta apuesta, es porque la fotografía es al mismo tiempo “el resultado de un hacer y un saber hacer: es un verdadero ícono icónico, es decir debe entenderse como un trabajo en acción” (Javier Marzal, 2010) y es por esto que la fotografía también ha significado para las lesbianas un medio de autorrepresentación, desde una dimensión simbólica de autoridad y reivindicación.
Al igual que el lenguaje escrito, icónico o audiovisual, hay que pensar la fotografía  “no como reflejo de “la realidad”, sino como realidad social producida ella misma” (María Isoardi, 2007). Debemos, además, tener en cuenta que esa realidad está producida bajo los preceptos patriarcales. “Todos los ojos, incluidos los nuestros, son sistemas perceptivos activos que construyen traducciones y maneras específicas de ver, es decir, formas de vida. No existen fotografías no mediadas” (Donna Haraway, 1995).
La fotografía, como en general el arte, es heredera de esa semántica, convertida en episteme, el logos, en Verdad. Por tanto cuestionarla, analizarla y sobre todo crearla es parte de un espacio político simbólico, por mucho que no se quiera reconocer. La fotografía es un lenguaje y por tanto crea “realidad”.


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